Algunos argumentos aparentan ser buenos y poseen fuerza persuasiva, pero son falaces . La apariencia es la característica que define a la falacia, por eso ARISTÓTELES la define como el argumento que parece ser bueno sin serlo. En esto radica el peligro de la falacia: su potencialidad de pasar por un buen argumento, sea que quien lo esgrime tenga conciencia de ello (
sofisma), o haya caído en él sin intención (
paralogismo). La apariencia, como elemento definitorio de la falacia, determina que esta sea una noción eminentemente gradual e inevitablemente vaga. Tal apariencia puede ser tan débil que no tenga capacidad de engañar a alguien, o tan intensa que haga difícil distinguir al argumento falaz del buen argumento.
En la práctica forense no es raro que algunos abogados intenten persuadir al juez con argumentos falaces. Éstos también pueden encontrarse presentes en la justificación de una resolución judicial, ya sea porque el juez los acoge de la parte que argumenta de dicho modo; o, porque, sin ser inducido, yerra por sí mismo. Saber distinguir los buenos argumentos de los incorrectos es imprescindible en un litigio; ello evita la persuasión engañosa, además, coadyuva a centrar el debate, refutar eficazmente los argumentos incorrectos, e impedir y, en su caso, cuestionar los defectos en la motivación.
Veamos un par de falacias con la ayuda de "Los Simpsons".
FALACIA DE LA CAUSA FALSA.
La falacia de non causa pro causa se caracteriza porque atribuye como causa de un suceso a algo que no tiene tal calidad. Suele incurrirse en este error de razonamiento cuando por la mera sucesión temporal de los hechos o por su concomitancia se concluye en la existencia de una relación causal, como cuando se dice que los movimientos telúricos son producidos por el cambio de estación (post hoc vel cum hoc, ergo procter hoc: después de esto, por tanto, a causa de esto). Bajo esta modalidad se confunden la prioridad o la concomitancia con la causalidad. En el Derecho se incurre en este tipo de falacia, por ejemplo, cuando se toma como causa de un daño a la más próxima, al margen de su eficiencia o adecuación.
En uno de los episodios de “Los Simpsons” alguien de Springfield ve un oso merodeando. En respuesta, la ciudad invierte millones de dólares creando la “patrulla anti-osos”. En este escenario se produce el siguiente diálogo entre Homero y Lisa:
Homero: No hay siquiera un oso a la vista. ¡La “patrulla anti-osos” funciona de maravilla!
Lisa: Eso es un razonamiento falaz, papá.
Homero [sin comprender]: Gracias, hija.
Lisa: Usando tu lógica, yo puedo afirmar que esta roca aleja a los tigres.
Homero: Hmmm, ¿y cómo funciona?
Lisa: No funciona. ¡Es sólo una roca estúpida!
Homero: Ajá.
Lisa: Pero no veo ningún tigre alrededor, ¿y tú?
Homero: (pausa) Lisa, quiero comprar tu roca.
Homero, a partir de la simple correlación entre dos sucesos: que existe una "patrulla anti-osos" y que no aparezca un oso, concluye que el primero es causa del segundo, sin ninguna evidencia.
La causa es la condición concreta con virtualidad para producir el efecto en el contexto causal y en cuya ausencia el efecto no se produce. Como dice GONZÁLEZ LAGIER: “Cuando el juez da por probado p, siendo p una relación entre una causa (no el contexto causal) y un efecto, está presuponiendo (1) que p, junto con el resto del contexto, produce el efecto; (2) que, en ausencia de p, el efecto no se produce dado el mismo contexto; y (3) que p es el elemento anormal en dicho contexto”. “Normalmente, lo que hace que llamemos causa a uno de los factores presentes en el “contexto causal” y no a otro es una comparación tácita con las circunstancias normales del contexto. Por ejemplo, supongamos que producimos un incendio aplicando una cerilla a unas ramas secas. Para que el incendio tenga lugar son necesarias determinadas circunstancias adicionales, como la presencia de oxígeno en la atmósfera. No obstante, no identificamos la presencia de oxígeno con la causa del incendio (porque es una circunstancia normal en el contexto causal), sino la aplicación de la cerilla” (GONZÁLEZ LAGIER, Daniel. Quaestio facti. Ensayos sobre la prueba, causalidad y acción, Bogotá, Temis y Palestra, 2005, pp. 136 – 137).
FALACIA DE ÉNFASIS O ACENTUACIÓN.
“Cuando una premisa obtiene su significado de un posible énfasis pero la conclusión que de ella se obtiene descansa en el significado de las mismas palabras enfatizadas en forma diferente, se comete la falacia de acento” (COPI, Irving y COHEN, Carl. Introducción a la lógica, [Trad. Edgar González Ruíz] México D.F., Limusa, 6ta. reimpresión, 2002, P. 154)
En otro episodio de "Los Simpsons", Marge y Homero están conversando sobre la crianza de los niños. Marge dice: “¡Ay Homero!, es que los niños pueden ser tan crueles, a veces”. “¿Podemos?”, dice Bart que iba pasando por el pasillo y se escucha como corre hasta la cuarto de Lisa para molestarla y pegarle.
La frase de Marge describía una situación que ocurre en la realidad. Bart, convenientemente, enfatizó parte de ella, tomando "pueden" como una afirmación e incluso como un imperativo.